UN MENÚ POLÍTICO ESCASO
Arranca oficialmente la campaña publicitaria para las elecciones internas del próximo 9 de marzo, y el panorama político hondureño no podría ser más desalentador. Tres partidos se preparan para medir fuerzas en esta prueba de músculo electoral que dará una idea de cómo se dibujarán las generales. Sin embargo, lo que debería ser una contienda vibrante y cargada de propuestas, se asemeja más a un buffet político en el que el menú es tan escaso y poco apetecible que ni el más optimista logra encontrar algo que inspire confianza, es decir la oferta electoral es tan pobre que hasta una sopa rala tiene más sustancia que las propuestas de nuestros “líderes”.
Libre: sin alianzas y desgastado
El partido Libre, que en su momento prometió ser la luz al final del túnel, se enfrenta a un escenario complicado. Su base asegura tener fuerza, pero la realidad pinta otra cosa: sin alianzas estratégicas y con una población cada vez más desencantada, el desgaste del poder ha hecho mella. Su “nueva forma de gobernar” no solo ha seguido al patrón de los gobiernos que tanto criticaban, sino que también ha añadido su propio toque de escándalos: narcotráfico, nepotismo y otras manchas que son difíciles de ignorar. Para muestra un botón el narcovideo.
El Partido Nacional: oposición en ruinas
Mientras tanto, el Partido Nacional, ese de la estrella solitaria, se encuentra en uno de sus peores momentos históricos. Su herencia de escándalos, abusos y corrupción lo ha dejado por los suelos, al punto de que ni siquiera da para ser una oposición digna. Sin embargo, su estructura sólida sigue siendo su tabla de salvación, y mientras sus rivales no den el ancho, aún albergan la esperanza de resurgir.
El Partido Liberal: entre la nostalgia y el olvido
El Partido Liberal, por su parte, parece aferrarse a la nostalgia como única estrategia. Si no logra remontar en esta contienda interna, el rojo-blanco-rojo podría quedar condenado a un segundo plano permanente. Curiosamente, entre sus precandidatos hay algo de competencia, lo cual, en este desolador panorama, es casi un destello de esperanza. Ese es el partido que deja un poco de incógnita, y que se juega todas sus cartas porque si no es hoy tampoco será mañana.
Liderazgos que no lideran
En cuanto a los liderazgos individuales, la cosa no mejora. Para los hondureños, elegir entre los candidatos es como intentar sacar una buena mezcla de un licuado de frutas pasadas: ni juntos logran algo potable. Han escuchado aquello que ni de todos licuados sale uno, pues por ahí va la cosa. Las propuestas son inexistentes, y los discursos, reciclados. Hasta el momento, ningún aspirante ha presentado algo que se asemeje a un plan de gobierno. Por ahí andan con la bulla de unos tales debates, pero hay que verlo para creerlo y tal vez de ahí sale un poco de esperanza; para luego elegir lo menos peor.
El pueblo hondureño, ese que carga el peso de la democracia, enfrenta la monumental tarea de elegir a sus representantes entre una oferta pobre y poco prometedora. Parece que estamos en una competencia de quién logra decir la frase más vacía pero rimbombante. Incluso aquellos precandidatos con reputación de ser “lo mejorcito” recurren a barrabasadas para ganar un poco de atención.
Y si no pregúntenle a una precandidata con fama de ser una de las mejorcitas y serias que para poder remontar un poquito ha tenido que soltar la lengua pidiendo que no jodan al pueblo y para seguir la línea dijo que ella tiene de aquellos que dijimos más que una iguana. Eso porque lamentablemente también la población se queja de lo que tiene, pero no se acuerda de aquella frase con razón y mucho sentido que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen, y vamos a ser sinceros a la gente le gusta el circo y en Honduras, los payasos siempre están listos para entretener.
Pero bueno tendremos elecciones que es lo más importante para la democracia y mientras tanto, el circo político ya está montado, y los participantes están listos para entretener con jingles pegajosos, selfies y un mercado de promesas vacías y recicladas.
Así que prepárense para tres meses de espectáculo, donde la política se reduce a entretenimiento barato. ¿Será este el momento de exigir más? O, como de costumbre, ¿terminaremos aplaudiendo al menos peor?