UN AÑO MALDITO DE CARLA EN LA SESAL

Un año cabalito se voló este 3 de enero la prima Carla Paredes al mando de la Secretaría de Salud, donde apenas agarró la guayaba se puso a prometer la luna y las estrellas, pero que habiendo cumplido su primera vuelta al calendario como jefa lo único que ha dejado tras de sí es un camino hasta la pata de fango, donde el caos y la ineficiencia son ya la norma.

Un año en que los escándalos han salido uno tras otro sin parar, y en el que las huelgas del personal médico y el desabastecimiento de medicinas han ido a peor desde que sucedió ella a José Manuel Matheu en el cargo, que ya es decir. Un año en que su activismo político ha primado sobre su código deontológico, siguiendo la línea de sus valedores en el Ejecutivo.

Un desastre en toda regla que se entiende mejor con la baja ejecución presupuestaria, pues al cierre del pasado noviembre ésta apenas llegaba al 36,51% de los 1,699 millones de pesos con que cuenta, según publicó La Prensa ese mes, lo que da razón de una ineficiencia administrativa que da ganas de llorar.

Difícil resulta entonces entender cómo es que en algunos hospitales como el de Comayagua o el Escuela, que se supone es el mero mero de todos, no hay ni siquiera algodón o hilo para cirugías en los quirófanos, sumado al hecho de que, según la ASJ, casi dos millones de gentes deban pagarse sus medicinas porque ahí solo encuentran “no hay”.

Pero qué más da lo que ahí ocurra mientras Carla tenga tiempo y ánimos de echarse su buen caitazo en el San Felipe, o de insultar barriobajeramente a quienes la critican por no hacer su trabajo como Dios manda, pues de todos modos ella obtendrá su premio, como pago por el privilegio de ser prima de quien es.

Un premio que le llegó ya en las postrimerías de su primer año de mandato, cuando la nombraron también jefa de la Junta Interventora del Seguro Social, donde llegó con la misión de arreglar el molote que impera ahí, pese a que ni siquiera ha sido capaz de arreglar el molote que también impera allá.

De apenas 32% es a día de hoy el porcentaje de abastecimiento en ese instituto público privado, donde ni siquiera funciona mínimamente bien el sistema para asignar citas a unos derechohabientes que llegan por decenas y a los que, cuando ocurren el milagro de que los atiendan, los ponen a rodear la cuadra con filas interminables porque la promesa de orden dictada por la ministra sigue sin hacerse notar.

Todo un despotismo discretamente apañado por el inicio de la construcción de dos que tres hospitales que ni siquiera fueron idea suya sino de su predecesor en el cargo. Centros asistenciales que, de momento, todo son bloques y cemento, pero que una vez estén finalizados, si es que llegan a estarlo, no se sabe con qué médicos o con qué equipos los echarán a andar.

Quizás con sus colegas cubanos, si es que hay aviones suficientes que los traigan desde su isla, porque a sus colegas catrachos los tiene Carla viviendo en la calle de la amargura, pues por andar estos exigiendo sus derechos los tiene ella relegados a un papel casi de indigencia.

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