TORMENTA DE INFORTUNIOS SOBRE HOSPITAL ESCUELA
A los pacientes y al personal médico del Hospital Escuela les está lloviendo sobre mojado, con unas goteras de Padre y Señor mío que los tienen de corre corre, obligándolos a amontonarse como buenamente pueden en los pocos rincones por donde no se cuela el agua del techo.
Una situación bochornosa e imperdonable para un gobierno que no tiene reparos en gastarse una millonada para convocar a sus activistas a una concentración política, pero que es incapaz de aflojar un par de miles de pesos para comprar aunque sea tapagoteras en el que se supone es el principal hospital del país.
Y todo ello en pleno feriadón, con casi la totalidad de los burócratas dándose la gran vida durante nueve días de asueto, y mientras Xiomara Castro, que es la que se supone que debería estar viendo cómo arregla el asunto, continúa de viajecito, esta vez en México.
Los pocos médicos y enfermeras que quedaron arrimando el lomo al pie de la bandera, la están viendo negra en pleno temporal lluvioso, viendo de qué modo sortean los chorros de agua que caen del techo, que además se cae en pedazos.
Escobas y trapeadores en mano, no les está quedando más remedio que despejar los anegados pasillos que normalmente sirven para amontonar las camillas con los pacientes, quienes ahora, para colmo de males, han debido arrimar donde otros ya estaban arrimados.
Aún queda la duda acerca de qué pensará al respecto la ministra de Salud, Carla Paredes, al ver las imágenes de semejante vergüenza, porque evidentemente no son las goteras un problema que se pueda solucionar bailando, como a ella le encantaría.