SE PICAN, PERO NO SE MUERDEN

No pasó desapercibida la manera tan atenta y cariñosa con que los achichincles del gobierno de la refundición, incluida la presio Xiomara, recibieron a la embajadora gringa, Laura Dogu, en el palco que montaron en el estadio Nacional para ver desde ahí los desfiles patrios.

Primero fue la propia Xiomara, quien con un besito y medio abrazo le dio un cálido recibimiento. Luego fue Rebeca, la jefa de la Corte, quien con un gesto casi campechano la hizo sentir bienvenida; y posteriormente Rixi Ramona, la precandidata ministra, quien se dejó ir con ella su buen cruce de halagos en vista de cómo se las vio sonriendo.

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Finalmente, y no por eso menos llamativo, le tocó el turno a Roosevelt, el capataz del Ejército, con quien la representante del imperio departió dicharacheramente, como si fuesen uña y mugre, sonriendo ambos con complicidad y desentendiéndose por completo de los pobres cipotes que seguían desfilando más abajo.

Mientras tanto, el estadio rebosaba de la ñangarada más recalcitrante que se partió l pecho de sol a sol para complacer a sus caudillos; esa misma ñangarada que siente alergia por todo lo gringo y que se parte el pecho defendiendo a sus amos cuando estos se desmarcan del Tío Sam. Si supieran…

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