REDES SOCIALES DICTAN SENTENCIA
Si de las redes sociales dependiese, Juanchi ya tuviera encaramada la cadena perpetua en el lomo y Castel estaría ahora mismo de vacaciones, empinándose mojitos en alguna recóndita y exótica playa caribeña, pues ha descubierto la catrachada su nuevo superpoder: el de resolver los juicios de alto voltaje a puro tuit.
Y es que los veredictos digitales de los catrachos se suceden uno tras otro, sin ninguna prueba más que el de su irrefutable emoción, que casi siempre va acompañada de la afinidad que uno u otro sienta por determinado color: azul o rojo, según sea el caso.
Según esta nueva estirpe de jueces online, lo de sentar en el banquillo a narcos confesos, así como todo el parapeto montado por la fiscalía gringa y la defensa del acusado, no es más que el aderezo de un juicio previamente resuelto por ellos mismos según la fase lunar del momento.
Pues son las redes sociales el campo de batalla dialéctica entre el bien al que todos creen pertenecer, y el mal del que todos reniegan, ya que su limitada capacidad de autoanálisis los lleva a pretender delimitar con sobrada certeza los entresijos de un juicio que apenas deja ver lo superficial.
Mismos jueces virtuales que, a la mínima mueca del narcotestigo de turno en la Corte neoyorquina donde se desarrolla el verdadero juicio, el de carne y hueso, se abalanzan en tromba para dictar sentencia condenatoria o exculpatoria contra el que les dé la gana.
Pero son “jueces” cuyo estomacal comportamiento tiene su origen en el enraizado ambiente de polarización al que los mismos involucrados en el juicio (el real) han conducido a la catrachada, que ha debido elegir entre el blanco y el negro, sin dejar siquiera una mínima posibilidad a los tonos grises.