QUE LAS INTERNAS LAS PAGUEN LOS PARTIDOS
No hace falta ser muy lúcido para caer en razón de que ninguna lógica hay en el hecho de que el pueblo sea el que pague las elecciones internas de los partidos. Pero tratándose de la política catracha, donde la lógica y la sensatez son elementos meramente decorativos, más vale mal acostumbrarse.
La pregunta viene a colación justamente en tiempos donde el Congreso estuvo a punto de entrar nuevamente en ebullición hasta que, en la última sesión, casi ‘in extremis’, todos los honorables padres y madres de la patria se hicieron un nudo para acordar que el desembolso será de 1,492 millones de pesos.
La aprobación de semejante billetón no solo demuestra una vez más la carencia de escrúpulos de una clase política conscientemente acostumbrada a jugar a su antojo con los recursos de los demás, sino que también pone de manifiesto su mezquindad, ya que como bien se sabe, cada partido dispone de suficiente pisto para pagarse sus propias fiestecitas mediante la deuda política que cobran con puntualidad, las aportaciones de sus militantes y los aportes de índole privada que en algunos casos provienen de lugares turbios.
Aun así, la millonaria solicitud del CNE es abusiva y desproporcionada; sobre todo por tratarse de un país donde su clase gobernante se regodea diciendo “no hay” cada vez que el pueblo les exige pisto para responder a sus necesidades, con hospitales sin medicinas, carreteras hasta la pata de baches, escuelas y colegios cayéndose en pedazos y una larga lista de pendientes.
Pendientes que pasan de la resignación al enardecimiento en un plis plas, cuando apenas al darse media vuelta salen pidiendo pisto para las votaciones que, para más inri, distan mucho de ser transparentes y equitativas, que es lo mínimo que se les exige.
Muy clarito lo dijo el periodista Fernando Berríos en su columna “El alto costo de la democracia” del 26 de agosto en La Tribuna: “el valor de la democracia va más allá de asignar recursos para financiar procesos electorales primarios”; pero qué más da cuando en el retrógrado morro de los diputados se atraviesa la idea de la “necesidad de fortalecer y transparentar la democracia”.
Una democracia a la que han agarrado de changoneta, sobre todo en los tres o cuatro últimos procesos internos, donde las denuncias fratricidas de fraude han estado siempre a la orden del día, demostrando que la ambición siempre se antepone a la decencia; y todo ello, pese a que los presupuestos que se les aprobó no dejaron de incrementar cada vez.
Y lo peor de todo, como bien expuso Berríos, es aún y cuando los partidos no ponen un cinco de su bolsa para financiar sus votaciones, tampoco es que rinden cuentas del billete que se sabe que poseen, pues “el mal manejo y desvío de fondos siempre han estado a la orden del día”.
Hagamos cuentas: solo por concepto de deuda política de las generales del 2021, el año siguiente, ya con los refundidores de la patria mamando de la teta del Estado, el CNE salió diciendo que ésta ascendió a 156.2 millones de pesos repartidos generosamente entre Libre, que a dos manos agarró 67 millones; los cachurecos, que se embolsaron 48; los colorados acapararon 34 y los del PSH se tuvieron que “conformar” con 2.1 millones. Y todo ello para que a estas alturas anden agarrados de las greñas, pidiendo aún más pisto.
En resumen, como bien dijo Berríos, la democracia nos viene saliendo como por un ojo de la cara; pero una cara de tontos, que es la que nos siguen viendo los de arriba, pues por mucho macaneo que estos armen en su afán de agenciarse más billete, el ánimo de los votantes, lejos de decrecer, se viene arriba en cada proceso, con la vaga e ingenua esperanza de que este despropósito algún día cambiará. Ajá.