PRESUPUESTO: MADRUGÓN O ACUERDOS BAJO LA MESA

En una sesión maratónica que se extendió desde la tarde del martes hasta pasadas las cinco de la mañana de este miércoles, el Congreso Nacional aprobó el Presupuesto General de Ingresos y Egresos de la República para el ejercicio fiscal 2025, por la modesta cifra de 430,907.8 millones de lempiras.

La votación final fue casi un trámite administrativo, facilitado por la bancada de oposición, que con su ya tradicional táctica de la “desaparición mágica” allanó el camino para que el oficialismo hiciera de las suyas sin mayores contratiempos.

El Presupuesto fue aprobado sin mayores cambios, asegurando que la partida 449 o “caja chica” presidencial continúe intocable, lo mismo que los generosos fondos destinados a la oficina de planificación estratégica y otros rubros misteriosamente esenciales, todos ocultos en el ya clásico fondo secreto de la Presidencia de la República.

La oposición: el socio silencioso

La forma en que se aprobó el Presupuesto solo sirvió para confirmar que la oposición, más que ser un contrapeso, es una pieza clave del engranaje oficialista, pero con una estrategia más sofisticada: no decir ni hacer nada.

El presidente del Congreso, Luis Redondo, no perdió la oportunidad de celebrar el momento histórico y, con su característico entusiasmo, aplaudió los “acuerdos de altura” logrados. Lo que no explicó fue cuán discreta fue la altura ni cuánto costó alcanzar estos consensos de madrugada. Él jura que nada que ahora son diferentes, peores que los anteriores le responden por ahí.

Una oposición en el “modo ausente”

El Presupuesto General de Ingresos y Egresos de la República para el 2025 asciende a la nada despreciable suma de 430,907 millones de lempiras, representando un aumento del 5.8% respecto al del 2024, porque, como es bien sabido, el dinero nunca es suficiente cuando se trata de gobernar eficientemente.

La votación final dejó más dudas que certezas: 58 votos a favor, 35 en contra y 0 abstenciones, mientras que cuatro parlamentarios, quizás demasiado agotados por la jornada, decidieron no pronunciarse. De los 97 diputados presentes, la gran mayoría de los liberales y nacionalistas optaron por una estrategia de oposición innovadora: la autoexclusión.

Y así, con la oposición “opositando” desde la comodidad de su ausencia, el oficialismo celebró otro gran triunfo legislativo. Sin sorpresas, sin contratiempos, y con la certeza de que, cuando se trata de presupuestos y acuerdos, siempre se puede contar con la colaboración silenciosa de quienes dicen oponerse.

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