OLLAS DE PUTREFACCIÓN

 

El analista político, Olban Valladares, nos deleita con su aguda observación de que, en Honduras, las ollas de putrefacción se destapan y, sorpresa, sorpresa, ¡apestan!

Para Valladares la corrupción está enraizada por todas partes, y puso como ejemplo el reciente caso e insólito caso del robo de 144 kilos de cocaína de un recinto militar. Una nimiedad, claro.

Valladares, excandidato presidencial y ahora, nuestro querido cronista de la decadencia nacional, nos ilumina con la revelación de que la corrupción “se engendró desde hace mucho tiempo”.

Según él, los gobiernos han perfeccionado el arte de la ceguera voluntaria, optando por la cómoda inacción en lugar de preocuparse por trivialidades como la honestidad y la justicia.

Con un tono que mezcla resignación y desesperanza, Valladares nos invita a reflexionar: “¿a dónde vamos como país?” Una pregunta profunda y filosófica que plantea mientras insinúa que el problema de la corrupción no es exclusivo de un gobierno o de dos o tres personajes en la gestión gubernamental. Tristemente es un problema tan hondamente arraigado que parece casi entrañable.

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