NO LES DA VERGÜENZA

En las bóvedas del gobierno refundidor parece que el pisto escasea única y exclusivamente para ciertas cosas, porque mientras se gastan ellos un billetal en regalitos para sus lacayos más fieles, los pedazos del techo del Hospital Escuela continúan cayendo en el lomo de los pacientes.

Y no se trata de lenguaje figurado sino de hechos comprobados, pues mientras el fin de semana las Fuerzas Armadas repartieron costosas espadas con enchapes dorados a muchos de sus afines, a los internos en la sala de rayos X del hospital les tocó resguardarse en los rincones para evitar que del cielo les cayeran los sopapos.

Y es que el cielo falso está de mirame y no me toqués, mientras los pacientes miran al cielo no solo para pedirle a Dios por su pronta recuperación, sino ya para pedirle a las autoridades que les manden aunque sea clavos para sujetar las láminas del albesto.

Y eso sin contar con los radiadores, que están más de allá que de acá, pues las salas donde los tienen guardados están más destartaladas que las chancletas de un chemero, poniendo en evidencia el nulo mantenimiento que las autoridades refundidoras le dan al centro.

Pero la lista de quejas no se queda ahí, ya que cada vez que llueve, los pasillos y las salas se convierten en ríos, ya que el mentado techo no retiene ni las primeras gotas de agua lluvia, obligando a medio mundo a buscarse la vida.

Y todo ello mientras la ministra Carla Paredes no se cansa de repetir sus supuestos logros desde que agarró la guayaba, y mientras la presidenta invierte gran parte de su capital en engramillar canchas. Pobre Honduras, qué pecado estará pagando con semejantes crías al frente de todo.

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