MÁS INFELICES QUE NUNCA

Es Honduras un potrero donde el fin del mundo parece repetirse a diario, azotado por desgracias de toda índole que, por supuesto, no llegan solas y en el mejor de los casos son ignoradas por una catrachada que está ya curada contra los sustos y a la que todo o casi todo le pela ya el eje.

Un país con nombre y esencia de abismo al que pocos récords negativos se le siguen resistiendo, derivados de una ley de la selva que se aplica a rajatabla y empuja a su gente a jugársela y agarrar camino rumbo al norte, o en su defecto seguir en las mismas a costa de una infelicidad ya patentada.

Ese es el sentir popular y eso es lo que refleja el informe presentado por varios organismos internacionales, que muy ocupados no deben pasar, pues mejor cosa no se les ocurrió que medir la felicidad de la catrachada, algo que solo a lo mejor Dios sabrá cómo se hace.

La medición, que según sus medidores toma en cuenta la ausencia de corrupción, apoyo social, ingresos, libertad, salud y generosidad, bajó de un sopapo al país del puesto 53 en que estaba al 61 de la actualidad, teniendo en cuenta las 143 naciones en contienda.

Un bajón de ocho puestos ocurrido en cuestión de más o menos un año; algo que en términos futbolísticos (deporte hacedor de infelices), ni siquiera el Marathón en sus años más oscuros fue capaz de igualar.

Es un bajón, además, que nos coloca en la cola de Centroamérica, donde conviene recordar que se compite contra potencias mundiales de la infelicidad como Nicaragua, guarida de infelices catrachos.

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