LLUVIAS DESNUDAN VULNERABILIDAD Y MISERIA

 

Ah, las lluvias, esas simpáticas visitas anuales que nos recuerdan la importancia de no hacer nada.

Como si fuera una novela de Gabriel García Márquez, los hondureños volvemos a vivir el realismo mágico donde, cada año, las tormentas nos revelan las mismas miserias y vulnerabilidades que decidimos ignorar el resto del tiempo.

Este año, en una épica repetición de los capítulos anteriores, y en solo tres días que azotan las lluvias con fuerza 1,561 familias han sido afectadas, 315 damnificadas y 212 evacuadas. Si convertimos esto en personas, la cifra sube a 6,098 almas afectadas, 1,281 damnificadas y 945 evacuadas.

Es casi como si las cifras fuesen un macabro reloj de arena que cada temporada se da la vuelta para mostrarnos que, efectivamente, no las represas, los vados y todas esas metadas obras de infraestructura son puros cuentos chinos de los políticos que ya ni ellos se la creen

Las casas tampoco se han librado del drama. Con 105 viviendas dañadas y dos completamente destruidas, queda claro que los techos en Honduras tienen una rivalidad personal con las gotas de agua. Tres personas lesionadas y dos heridas, menos mal que aún no hay muertes que lamentar.

Pero hay más, como siempre las lluvias terminan de arruinar los pedazos de carreteras que hay en el país, y la gente queda mandando señales de humo de una comunidad a otra para poder comunicarse.

Eso ya está pasando por supuesto, no falta más, hay 38 comunidades que han quedado incomunicadas, especialmente en el sur y el occidente del país, esperando que llegue la ayuda humanitaria, seguramente una bolsa con pocos víveres y con la fotografía de algún político que galán pela los dientes congraciándose con la desgracia de los pobres damnificados.

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