LA PRESI REPITIÓ SUS QUEJAS ANTE EL PALATINO

A punta de riata, medio tartamudeando y con la cantaleta de todos los días, la presidenta Xiomara Castro se presentó ante el pleno del Palatino en Panamá, que se voló este miércoles 60 años de historia, para pedir ante la concurrencia por la unidad latinoamericana y repetir, en modo automático, las mismas quejas de siempre: golpe de Estado, narcodictadura y sus derivados.

Su discurso ante el pleno, pronunciado como jefa pro témpore de la Celac, que es otro elefante blanco al igual que el mentado Palatino, incluyó además un par de líneas para insistir con lo de que hay que ponerle fin al “bloqueo” gringo contra sus aleros dictadores de Cuba, Venezuela y Nicaragua; un bloqueo que según ella “violenta los derechos internacionales”.

Pero pese a hablar con tanto ímpetu de la dizque violación de esos derechos, curioso resultó que no hablara también de los derechos humanos que son pasados por la piedra todos los días en esos mismos países. Pero será que se le habrá olvidado. O que se saltó esa parte, traicionada por unos nervios que hasta le impidieron pronunciar correctamente la palabra “inequitativa”.

Pero bueno, la cuestión fue que hizo alusión ella de los “valores y principios que guiaron a nuestros libertadores”, pidiendo a sus homólogos regionales mantenerlos vigentes, pues ya se sabe que acá la refundación nutre su retórica en el legado de Morazán, que fijo pasa retorciéndose en su tumba al ver cómo le prostituyen ellos su memoria.

“Nuestro mandato hoy es de unidad y de impedir que nuestras democracias sean tuteladas desde afuera” dijo también en uno de sus pasajes, aprovechando la coyuntura para presumir ante los presentes que en su tierra su gobierno se ha dedicado a impulsar cambios estructurales en los modelos económicos” que según dijo “incomodan a las élites”.

Claro que no entró en detalles, porque haberlo hecho hubiese supuesto tener que explicar ante todos ellos que esos cambios estructurales a los que se refiere no son más que políticas intentadas aplicar a la brava, con el sustento del puritito resentimiento y no de un análisis previo y concienzudo sobre las necesidades reales y urgentes que plantea la tatareta economía catracha.

Una explicación que, además, difícilmente habría podido argumentar, pues si no lo ha hecho en Honduras durante sus casi tres años de mandato, peor que se atreva a hacerlo fuera, donde la gente sí entiende de lo que le hablan. Pero eso qué importa cuando se puede apelar siempre a lo emotivo.

Y lo emotivo en su caso no pudo ser otra cosa que referirse por segunda vez en su disertación de las “tragedia” que dijo haber vivido los últimos años, aludiendo de nueva cuenta a la “ruptura del orden constitucional, un golpe de Estado, dos fraudes electorales y la instalación de un narco régimen”, palabras bien adornadas que le calzarían mucho mejor si no fuese porque su gobierno tiene pinta de que va por el mismo camino.

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