IVIS, EL FUERCERO
Hasta para tener dignidad se ocupa agallaje, cosa que no conocen algunos seres parasitarios de la refundación, que aunque los traten como a leprosos ahí siguen pasando su lengua de bota en bota, a cambio del pago puntualito de la quincena.
En esas anda el fuercero de Ivis Alvarado, al que soberanamente sus amos lo han dejado sin firma ni quehaceres en Presidencial, donde ha sido relegado casi a la conserjería, función que ha aprovechado para sacar lo mejor de su servil y rastrero repertorio.
Y es que a falta de habilidades para desenvolverse funcionalmente en el día a día, al ministro de las gradas no le ha quedado más remedio que tragarse el orgullo, pues ahora deambula como un zombie entre los pasillos por los que alguna vez creyó haber brillado.
La ninguneada es tal que el pobre ha debido malacostumbrrase a andar la cabeza gacha, implorando los guiños de sus otrora benefactores, que a cambio le dedican apenas desprecio, como si se tratase de un perro con sarna.
Extraña Ivis sus días mozos, cuando movía su colita tras ver servido el Dogui en su plato. Días aquellos que no volverán, por lo que ha debido mutar sus aptitudes, que no son muchas y sabrá Dios hasta cuándo le alcanzarán.