INVERSIÓN PÚBLICA A RITMO DE TORTUGA CON PEREZA

Lilliam Rivera, directora de gobernanza económica de la Asociación para una Sociedad más Justa (ASJ), no se anduvo con rodeos al referirse a la ejecución presupuestaria en Honduras, que, según ella, se mueve más lento que el tráfico en la capital.

Los niveles de ejecución actuales son preocupantes, incluso comparados con el glorioso 35% del año pasado. Este año, estamos por debajo de eso. Es como si estuviéramos jugando a ver cuán poco se puede invertir antes de que la gente se dé cuenta, afirmó con evidente ironía.

Rivera explicó que la falta de ejecución en las inversiones públicas se siente, y no precisamente de forma sutil, en la vida diaria de la población. Los bienes y servicios que estaban previstos llegan tarde o, en muchos casos, nunca llegan. Pareciera que la planificación de las inversiones es solo un ejercicio de fantasía, como esos planes de dieta que hacemos en Año Nuevo y que abandonamos en febrero”, comentó, dejando claro el tono de frustración.

Lo que más preocupa a Rivera es que solo el 2% del presupuesto total está destinado a la inversión productiva. El resto se va en sueldos, servicios de deuda y transferencias que, al parecer, son la verdadera prioridad. Al ritmo que vamos, el presupuesto público parece una receta de cocina: 98% para ingredientes básicos y apenas una pizca para lo que realmente podría hacer la diferencia, señaló con sarcasmo.

La experta puso ejemplos para que no quedaran dudas de la “gran eficiencia” del gasto: La Secretaría de Salud tiene un 31% de ejecución en inversión pública, la ENEE va a toda máquina con un 10% en proyectos de transmisión –porque al parecer 4,000 millones no son suficientes para poner en marcha una obra–, la Red Solidaria tiene un 13% en programas de transferencia monetaria condicionada, la Secretaría de Educación un 25%, y la Secretaría de Agricultura y Ganadería un 24%. Todo un espectáculo de ejecución ejemplar.

Para Rivera, la situación refleja una falta de planificación que podría calificarse de artística, pues la lentitud y el desorden en la ejecución del presupuesto parecen coreografiados con esmero. Mientras tanto, los ciudadanos deben conformarse con promesas no cumplidas y proyectos que avanzan al ritmo de una tortuga en estado de relajación profunda.

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