HONDUREÑOS ESTIRANDO LEMPIRAS PARA COMER

El Lempira pa’ abajo, el Dólar pa’ arriba, y el pueblo a dieta forzada, parece el coro de una canción, pero no es solo que con los precios de la comida tan cara ya muchos piensan en el ayuno, pero no ese intermitente que está de moda, sino el de aguantar hambre, hambre de verdad, no por moda sino por necesidad.

Los precios de la canasta básica están jugando a las escondidas con los hondureños, subiendo más rápido que los rumores en las redes.

Según el economista Nelson García Lobo, encontrar un producto que mantenga su precio de una semana a otra es como hallar agua en el desierto: casi un milagro. Mientras tanto, el lempira sigue su tobogán descendente frente al dólar, y con él, nuestros sueños de llenar el carrito de compras o apenas la bolsa en el mercado.

Y luego viene el lempira, que se devalúa con la elegancia de una piedra cayendo al río. Como dependemos de importaciones para todo –desde comida hasta el jabón–, cada vez que el lempira se tambalea, los precios se disparan. Honduras gasta más de 2 mil millones de dólares al año en alimentos importados, porque aquí parece que lo único que producimos es preocupación.

La conclusión es clara: los salarios no dan ya ni para los frijoles menos  para una sopa instantánea. Los aumentos al salario mínimo parecen más chiste que solución, ya que cada centavo adicional se evapora en el próximo aumento de la canasta básica. Así que, en resumen, el dólar sube, el lempira baja, y el pueblo, entre tanto vaivén, ya ni para frijoles le alcanza.

Share via
Copy link