HONDURAS, 15 AÑOS GOLPEADA

Se cumplen 15 años del golpe de Estado a Mel Zelaya en 2009, cuando su intentona de querer moldear la Constitución a su antojo lo acabó metiendo de madrugada en un avión rumbo a Costa Rica, donde llegó en pijama a lamentarse del certero golpe dado por los militares a la democracia, pero sin hacer siquiera un amago de autocrítica, aún sabiéndose el instigador de la revuelta.

Aquel fue el parteaguas de la polarización que vivimos estos días, provocada por la deriva autoritaria del comandante vaquero, que se interpretó como un reto tanto por parte de los chepos como de los “empresaurios”, que aceptaron el envite sin rechistar, conscientes de que no solo sus inversiones estaban en juego sino también la estabilidad del país.

Y es que palpitaba en aquellos días el nefasto ejemplo venezolano, con Hugo Chávez al mando como principal auspiciador de la desestabilización catracha, por lo que una reacción se antojaba necesaria para evitar un mal mayor, tal y como acabó ocurriendo.

Sin embargo, pocos imaginaron que aquel “mal mayor” gestado con balas y sustentado después con gas lacrimógeno acabaría mutando en la degeneración absoluta de un escenario político turbulento a más no poder, y del cual se aprovecharon los que después de haber consumado el asunto hicieron de Honduras su pista de aterrizaje.

Y es que, durante doce largos años, más el medio año adicional de Micheletti como interino, el país cayó en lo más hondo de la poza, malviviendo con las secuelas de su pasado reciente y sin ser capaz de parir un solo hijo que pusiera orden y acabase con la decadencia que ha ido carcomiendo la institucionalidad año con año, sin importar el color de las decisiones tomadas desde arriba.

Doce largos años que llegaron a su clímax con la extradición de Juan Orlando en 2022, poco después de haber soltado él la guayaba; requerido por la justicia gringa, que lo acusó de estar embarrado con el narco, hasta que acabaron sentenciándolo a 45 años en el mamo.

Pero ni con esas aprenden sus herederos, que siguiendo su ejemplo a rajatabla o disfrazados con otros colores, siguen campando a sus anchas, creyéndose inmunes al karma y al escrutinio norteamericano, que siempre suele salirse con la suya cuando sus intereses son los que se ven amenazados.

Herederos que justamente hoy ven confluidos sus caminos tras aquel aciago 2009 que los mandó a las calles, desde donde enarbolaron orgullosos sus banderas en nombre de todo un pueblo que les confió a ciegas el poder años después, sin imaginar que el tiro les saldría por la culata con las primeras de cambio.

Y es que, viendo la realidad en retrospectiva, da la sensación de que las cosas no solo se han mantenido igual, sino que incluso han empeorado, con la corrupción bien agarrada del tallo central y poca o nula predisposición a que las cosas mejoren.

Ni unos ni otros parecen haber aprendido la lección. Y ni unos ni otros parecen estar dispuestos a ceder, que suele ser el punto de partida para cualquier negociación cuando hay anuencia al cambio. Y en medio de todo sigue estando Honduras y su gente, que nada más ve pasar las balas de un lado a otro sin que asome en el horizonte algo que los haga desistir de rendirse e iniciar de nuevo y de cero en otro punto alejado de toda la pudrición que acá los rodea.

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