ESTADO DE EXCEPCIÓN O RUTINA EXCEPCIONALMENTE COMÚN
En Honduras, el concepto de “excepción” ha adquirido un nuevo significado bajo el gobierno de Xiomara Castro: algo cotidiano y nada extraordinario. El Congreso Nacional, en su imparable creatividad legislativa, ratificó este miércoles la extensión del estado de excepción hasta el 5 de enero de 2025, en lo que parece ser el nuevo calendario oficial de cada año.
Con una celeridad digna de una competencia de velocidad, los diputados de Libre, liderados por Rafael Sarmiento, lograron dispensar el segundo debate para aprobar la medida. Como siempre, los liberales, que funcionan como el comodín de cualquier moción apresurada, dieron sus votos, aunque esta vez con una promesa de “ya no más”. Mario Segura, jefe de bancada liberal, aseguró que es la última vez que apoyan el famoso estado de excepción.
La medida, que en teoría busca combatir el crimen, otorga a la Policía Nacional y a la Policía Militar poderes extraordinarios para detener a cualquier persona que considere sospechosa de “algo”. ¿Criterios claros? No se preocupen, porque “algo” siempre será motivo suficiente.
Mientras tanto, las denuncias de abuso de autoridad y violaciones a los derechos humanos se acumulan, pero al parecer son tan irrelevantes como el segundo debate que fue omitido. Total, ¿a quién le importan los tecnicismos democráticos cuando se trata de extender un estado de excepción?
Los hondureños, acostumbrados ya a este “estado de excepción permanente”, solo esperan que algún día este gobierno encuentre algo que realmente sea excepcional: el respeto a los derechos humanos y una gestión eficiente que no depende de medidas que suspendan las libertades fundamentales. Pero claro, eso sí sería una verdadera excepción.