ENRIQUE REINA, UN ACTIVISTA MÁS
A medida se acercan las elecciones, algunas prominentes figuras de la refundación van olvidándose de su compromiso con la imparcialidad y el buen hacer para dar paso a su vena de activista político, aunque pocos hubiesen imaginado que uno de ellos sería el flamante canciller Enrique Reina, quien estos días soltó la perra.
En X salió a la defensiva contra el colorado Jorge Cálix, al que acusó de traidor y de “querer destruir a Libre desde adentro” solo porque éste cuestionó la reunión del sobrino homónimo de Mel, José Manuel Zelaya Rosales, con su contraparte venezolano, el represor Vladimir Padrino, ideólogo según los opositores de aquel país, de torturas y otro montón de atrocidades contra los disidentes.
“Es triste cuando por otros intereses alguien deja de ser coherente y consistente, con los ideales o la lucha, como lo somos en el Partido Libre”, le recriminó Reina a su antiguo correligionario, a quien recordó que “cuando quiso ser diputado suplente, ahí andaba hasta marchando con los militantes reales de izquierda”.
Atribuye el canciller la actitud de Cálix a sus bajos números en las encuestas, en las que “no levanta cabeza”, razón por la que sus patrocinadores lo habrían dejado, según él, “sin billete y sin apoyo”, y por eso es que ahora sale “cada cinco minutos con cualquier embuste o falsedad” para levantar su perfil.
Palabras que más allá de si son certeras o no, uno las esperaría de cualquier pega afiches, pero jamás del canciller de un gobierno que se jacta de su seriedad y rectitud, y que han dejado meridianamente claro que por mucho que la mona se vista de seda, mona se queda.