DEMOCRACIA NO ES CIRCO ELECTORAL

En su más reciente columna, Gabriela Castellanos, directora del Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), ha dejado claro que la democracia en Honduras no es la hacienda privada de ningún grupo, mucho menos de aquellos refundadores que claman día y noche contra la “narcodictadura” mientras continúan perpetuando los mismos vicios, corregidos y aumentados.

Castellanos, con su estilo punzante, no ha dudado en señalar el circo electoral en el que los órganos encargados de velar por la transparencia se han convertido en los payasos del show político.

Históricamente, el CNE (o el antiguo TSE) ha sido el premio mayor del carnaval político hondureño, donde los votos se reparten como caramelos en una piñata y los cargos son la recompensa por cerrar los ojos ante las maniobras de los poderosos.

No es casualidad que la democracia en Honduras parezca más un chiste de mal gusto que un sistema serio; como bien diría Castellanos, “una democracia débil solo produce procesos electorales que parecen una fiesta infantil donde todos los niños se van con las manos llenas… menos el pueblo”.

Mientras los refundadores se pavonean hablando de “cambio” y “revolución”, los hondureños siguen viendo cómo los consejeros del CNE se intercambian los cargos como si estuvieran jugando a las sillas musicales, solo que en este juego no importa quién se quede sin silla, siempre que el pueblo sea el que caiga de culo.

“Es imperativo fortalecer estos órganos”, sentencia Castellanos, mientras señala con ironía la necesidad de blindar la independencia del CNE de las garras partidistas. Porque claro, en un país donde la política es la madre de todos los desmadres, pedir que el CNE sea imparcial es como pedirle a un zorro que cuide el gallinero.

Al final, la democracia en Honduras sigue siendo el mismo chiste de siempre, donde los mismos de siempre se ríen a carcajadas y el pueblo… bueno, el pueblo espera pacientemente que al menos esta vez no se vaya la luz mientras cuentan los votos.

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