CUANDO LOS GRINGOS NOS CUENTAN CÓMO SER HONESTOS
En una hazaña digna de un maestro del suspenso, el Subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Brian A. Nichols, reaccionó al informe del Departamento de Estado bajo la Sección 353.
Este documento, que hace temblar a los corruptos de Centroamérica, señala con el dedo ardiente a quienes socavan la democracia y el estado de derecho. Nada dice “rendición de cuentas” como un listado aprobado desde Washington, en víspera de la fiesta de Año Nuevo.
Nichols, con el tono de un padre cansado, explicó que este informe es esencial porque “cuando las personas no pueden confiar en sus instituciones, buscan oportunidades en otros lugares”. Una afirmación tan llena de verdad como de ironía, considerando que las oportunidades fuera suelen comenzar en la embajada de Estados Unidos.
El club de los señalados en Honduras
En la sección hondureña del informe, brillan tres nombres que, según Washington, se ganaron un lugar en la lista negra:
Nada menos y nada más que la flamente Sonia Marlina Dubón, magistrada de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y según las malas lenguas el poder tras el trono en la suprema corte.
Según el reporte, Dubón usó sus poderes para sabotear el estado de derecho. Como dato adicional, está casada con Enrique Flores Lanza, asesor presidencial, porque en Honduras hasta la corrupción es un asunto familiar.
Y como para decir que todos son iguales sin importar colores políticos embarradisimo sale Ebal Jair Díaz Lupián, que no es nada extraño porque ya se conoce la fichita del exsecretario de la Presidencia de Juan Orlando Hernández. Díaz, con un estilo que mezcla Robin Hood al revés y un toque de desastres naturales, desvió fondos destinados a viviendas para damnificados por Eta e Iota.
Lourdes Pamela Blanco Luque, abogada y esposa del ministro de Gobernación y Justicia, Tomás Vaquero. Blanco, fiel al estilo de los cabilderos creativos, presionó a funcionarios públicos y usó sus conexiones para, digamos, “facilitar trámites”.
El informe, según Nichols, es un esfuerzo de apoyo a la transparencia. Pero desde Centroamérica, donde las listas de corruptos son tan comunes como los atascos de tráfico, la reacción es más bien un encogimiento de hombros colectivo.
Mientras Estados Unidos señala con firmeza, los señalados siguen disfrutando de sus cafés gourmet y sus mansiones con vista al mar. Y aunque el informe suena contundente, en la región ya sabemos que, después del escándalo inicial, las aguas se calman, los nombres se olvidan, y los corruptos encuentran nuevas formas de reinventarse.