CHAMBA DE BURROS, PAGA DE DESGRACIADOS

De nada sirve a la catrachada pasar rumbándole maceta día y noche y de lunes a sábado como burros, si de todos modos, a la hora de la hora, siempre se acaba comiendo mierda con un estrés y una ansiedad de padre y señor nuestro.

Y es que, según los entendidos, balancear el tiempo en la chamba y el tiempo de pelazón es esencial para la salud, pero resulta que, a nivel latinoamericano, somos los terceros que más metemos el lomo, solo detrás de colombianos y mexicanos.

Con un promedio de 43.6 horas chambeadas a la semana, cualquiera pensaría que para un catracho común y corriente la retribución en billete también andaría en el mismo nivel, pero nada más lejos de la realidad, porque acá todo cuesta un huevo y la mitad del otro.

Y es que ni siquiera así ajusta para ahorrar unas fichitas, porque los salarios son casi una aberración y en las pulperías andan pidiendo un ojo de la cara a cambio de una libra de frijoles.

Evidentemente, aquello de “el trabajo es una bendición” es algo relativo en este lado del mundo, donde no resulta extraño que esa precariedad derive en una productividad que anda por los perros, pues una cosa no se corresponde con la otra.

Y eso que los datos, que fueron sacados de un portal de salud llamado “Everyday Health”, nunca reflejan con exactitud la miseria de las calles, donde ciertamente gran parte de la catrachada se gana la sal del huevo diario, sin que eso se refleje por ningún lado.

En definitiva, que acá son dos que tres pelones los que quizás se sienten bendecidos por tener chamba, porque ni eso te da garantías de llevar una vida de relax y de sosiego, como Dios manda. Qué desgracia de país

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