CARAS VEMOS, INTENCIONES NO SABEMOS

Bien mansito le salió el familión a la embajadora gringa, Laura Dogu, a quien recibieron con toda la fanfarria en su hacienda olanchana. La versión oficial indicó que el encuentro fue “cordial y constructivo” y se basó en “la independencia y soberanía de Honduras”, pero ante la duda razonable de tal afirmación, una cosa quedó clarísima: el imperio no se ataca.

Porque nada más hizo falta ver las sonrisas dibujadas en los rostros de la dinastía Zelaya Castro frente a la diplomática, para caer en razón que, por mucho que respinguen y se las tiren de gallitos de cara al público, cuando la emisaria del Tío Sam asoma por la esquina, las reverencias son de carácter obligatorio.

Porque todos ellos, comenzando por Xiomara y Mel, pasando por la mamá de este último y finalizando con el primogénito Héctor y la nuera de ambos, pelaron jachas a lo loco delante suyo, como si tuviesen delante a la Virgen Santísima y no a esa doña a la que tanto señalan indirectamente cada vez que les toca echar la culpa de todos sus males a otros.

En fin, que, según Xiomara, la reunión sirvió además para reforzar la relación bilateral con los gringos “en el marco de sinceridad y buenas relaciones”, una paja que vaya a saber quién se la traga, sobre todo después de lo de haberle dado de baja al tratado de extradición tras lo del narcovideo de Carlón, que por cierto no estuvo invitado.

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