CADENA NACIONAL CON CERO AUTOCRÍTICA

Insiste el gobierno refundidor en buscar la paja en el ojo ajeno, señalando con nombre y apellido a los cachurecos y colorados que los gringos han mencionado en sus informes, pero evitando a toda costa poner sus barbas en remojo y hacer autocrítica por el molote que tienen montado tras revelarse los narcocoqueteos de Carlón y sabrá Dios qué otros miembros del familión.

En una larga y cansina cadena nacional, la presidenta Xiomara Castro pasó nada más de puntillas por el espinoso tema de su cuñado, al que premeditadamente evitó mencionar para no herir susceptibilidades, diciendo que condena “todo tipo de negociación entre narcotraficantes y políticos”, pero hasta ahí y nada más, porque insistir en el asunto hubiese significado sufrir un derrame.

Flanqueada a su diestra por su perrito faldero, el ministro Gustavo Sánchez, y del otro lado por la flamante precandidata y ministra de Defensa, Rixi Ramona, atizó más bien a la embajadora gringa Laura Dogu, por las “amenazas” que según ella profirió esta contra el lacayo Roosevelt Avilez, jefe del Ejército; y a José Manuel, el exministro hijo de Carlón, a quienes según ella la embajadora acusó de narcos.

Acto seguido dio rienda suelta a la cantaleta de los últimos días, insistiendo en que “la paz y la seguridad interior de la República están en riesgo”, pues hay un pseudo plan fraguado por “las mismas fuerzas oscuras internas y externas del 2009” para “destruir mi gobierno socialista y democrático y el próximo proceso electoral”. ¡Caramba!

Por tal razón, dijo, no permitirá que con el tratado de extradición al que ya le dio el tiro de gracia se “derrote a las Fuerzas Armadas y se destruya mi gobierno”, cuyo “compromiso político” está fuera de toda duda. Palabras que, si no fuera porque uno ya las anticipa, cualquiera pensaría que se trata de la Popis poniendo quejas a Jirafales, por el tonito y por el cinismo.

Y a partir de ahí cedió la palabra a Sánchez, que dio lectura a 26 nombres de ilustres cachurecos supuestamente investigados por los gringos a razón de varios delitos conexos al narcotráfico; y éste a su vez la cedió a Rixi Ramona, a quien le tocó leer la lista de los siete colorados dizques investigados por lo mismo. Intervenciones, ambas, que más allá de poner alerta al populacho, acabaron dando vergüenza ajena, no solo por el cinismo de no incluir milagrosamente a ningún ilustre refundidor, sino por el modo rastrero y mezquino con que se apañan todos ellos las mandracadas.

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