ARSA, COMO SODOMA Y GOMORRA

Les pescocea la riata a los de la ARSA en la capirucha, a quienes en plena jornada de trabajo se les ocurrió reconvertir la terracita del edificio de la institución en un antro de mala muerte donde sus enchambados dieron rienda suelta al vicio.

Cirio en mano y empinando el codo a discreción se dieron cita ahí los empleados más selectos, bajo el pretexto de celebrarle el cumple a Dorian Salinas, su comisionada presidenta, que se apuntó a las toñitas y las imperiales sin arrugar la cara.

Las fotos filtradas a través de un rotativo capitalino dan razón de un chonguengue épico, que más de alguno comparó con el de Sodoma y Gomorra tiempito atrás, y que dio rienda suelta a toda una variedad de gustos, que los más estirados justificaron tragándose las botellas de vinos de alta gama entre pecho y espalda.

Valió chancleta el reglamento interno con tal de complacer los deseos lúdicos de Dilcia, que para San Valentín ya había autorizado un pijín similar, por lo que la reincidencia da fe de una carga laboral de dudoso peso en la institución.

El aporte fue de 500 voluntarios pesos por cabeza, que incluía acceso a todas las áreas del pisadero que se suma a tantos otros destapados a los achines de la refundación, que meses atrás recibieron la prohibición expresa de la comandanta Castro para evitar caer en justamente ese tipo de excesos.

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