PECADO CONFESADO
Los energúmenos integrantes de las milicias refundacionales ya campan a sus anchas en los predios del Hospital Escuela en la “capirucha”, tras la orden del familión de enchambarlos como guachimanes en detrimento de la empresa que hasta ahora brindaba el servicio. Son 140 y están ahí puestos con las instrucciones bien claritas.
Y esas instrucciones son velar por que a los pacientes y sus parientes no se les ocurra llegar con el cuete terciado en la cintura, o evitar que esos mismos parientes y pacientes no se “hueveen” lo que hay adentro. No es broma, lo dijo la ministra Carla Paredes justo antes de reconocer que delegar las delicadas funciones de vigilancia a semejante tropa de revoltosos “no es ningún pecado”.
Reconoce ella además que no es el centro asistencial el epicentro de ninguna guerra, por lo que delegar ese tipo de funciones a 140 crías que se dedicaron a hacer algo muy parecido a la guerra durante los últimos 12 años no es algo de lo que haya que preocuparse, pues ya se sabe que a ellos eso de la congruencia no algo que se les dé bien.
Con lo fácil y práctico que hubiese sido quedarse con el pico cerrado, pero no, tuvo la doctora que abrir la boca para, según ella, justificar la medida con el supuesto “ahorro de cientos de millones” que acarreará a la Sesal, donde gente como su cuñado se embolsa 4 mil dólares mensuales y su hermana el doble, antes de ser mochada tras descubrirse el nepotismo.
Dijo también Carlita que no entiende la razón de tanto alboroto, pues todo “pega afiches” tiene derecho a que sus amos le den chamba para que se harte y reclame así los dividendos de haberse fajado de sol a sol cuando arrastraban la lengua en la llanura.
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