CALORÓN EN LA “CAPIRUCHA”

Color de hormiga está la cosa en la capirucha, donde no hallan la puerta con la contaminación de sus aires, lo que ha mandado a más de uno al hospital porque aquello no es de Dios.

Tan turbio está el asunto que hasta se ganó ya, y por amplio margen, el dudoso honor de ser considerada la ciudad más contaminada del continente, que no es poca cosa teniendo en cuenta contra quiénes compite.

Pero no es que sea ese una vaina surgida del azar, sino que es la consecuencia de haberle metido fuego recientemente a sus cerros como si no hubiese un mañana, pues pocos son ya los pinos que quedan en pie para hacerle frente al cagadal.

Un cagadal que, por si fuera poco, se puso más yuca con el calorón de estos días y la ausencia total de agua caída del cielo, lo que ha obligado a meterle nitro a los aires acondicionados para más o menos sobrellevar el tedio.

No hace falta más que asomarse por la ventana e intentar ver el horizonte para darse cuenta de que el “skyline” se perdió entre la humazón, sin que nada ni nadie pueda hacer nada al respecto, pues la única manera de medio remediar el asunto es identificar para luego amarrar de patas y manos a los pirómanos en las semanas previas, que son quienes terminaron de meter el dedo en una llaga casi incurable.

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