JUDAS NUEVAMENTE TRAICIONA A NASRALLA

Como si de un Judas contemporáneo y con sobrepeso se tratase, Luis Redondo le volvió a clavar la estaca a su exalero Nasralla, vendiéndose a cambio de un soberano puñado de monedas para dejarlo en el dique seco, cortando así de raíz sus renovadas pretensiones de agarrar la guayaba, previa renuncia como designado.

Una renuncia que se suponía iba a ser discutida y aprobada en una sesión legislativa que acabó prolongándose deliberadamente hasta las tantas, y que culminó con una excusa plasmada en medio millón de páginas con las que el marrullero Judas expuso sus razones para no haberle dado trámite al asunto.

Todo ello, mientras sus camaradas los refundadores, en una actitud que recordó al mismísimo Poncio Pilato, se lavaron las manos bajo el pretexto de haber estado listos para abordar el asunto, pues todo el asunto se lo atribuyen a un revolú exclusivo del PSH, cuna política del traidor.

Para justificar su mandracada, el rechoncho Judas recurrió a uno de los pétreos de doña Constitución, que habla de la prohibición a la reelección presidencial, pese a que Nasralla lo más cerca que ha estado nunca de ser presidente fue el día que narró el Aztecazo a calzón quitado.

Y como en río revuelto ganan los pescadores, apareció Jorge Cálix y tiró el anzuelo, condenando la descarada embestida de Iscariote y exigiendo a los refundidores, a quienes sorpresivamente aún considera sus camaradas, a ponerle freno a semejante disparate.

Acto seguido razonó un argumento que sigue y seguramente seguirá sin ser respondido por el traidor, incapaz él de dar su brazo a torcer, pues cuestiona la razón de la negativa de darle trámite a la solicitud del aún designado, cuando tiempo atrás al florido Elvin Santos no le anduvieron con tanta casaca, tratándose de un asunto idéntico.

Pero bueno, así están las cosas y así se las contamos. De momento, el designado sigue convencido de que, a la buena o a la brava, la moneda caerá para su lado, confirmando así que su audacia y sagacidad solo le funcionan en la tele, pues cada vez que merodea sobre el tapete político confirma su condición de tonto útil e ingenuo.

 

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