PERRO AMARILLO SE MUEVE EN PRADO Y CON GUARURAS
A nadie toma ya por sorpresa el caradurismo con que se mueven los abanderados de la refundación, que desde que dieron el salto desde la llanura se olvidaron completamente de ella para acurrucarse en los amables brazos del establishment al que alguna vez juraron destruir.
La prueba culmen es el Perro Amarillo, que pasó de vivir encerrado sudando como un cerdo en su improvisada cabina de grabación, a pasearse como todo un divo por las calles de la capirucha en su Prado blindada, escoltado por un séquito de guaruras que cualquiera pensaría que se transporta en ella un empresario de alto pedorraje, de los que a él parecían no gustarle.
Se olvidó el Perro de sus humildes, aunque siempre soberbios orígenes, pues ahora ve, con altivez y por encima del hombro, a los plebeyos pidiendo limosna cada vez que se baja del maquinón que sus amos le asignaron tras incumplir su promesa de venderlo por tratarse, según decían, de una compra que llevaba el sello de la dichosa narco dictadura.
Pero no es el Perro un tipo que le acobarde a la crítica, ante la que aplica su política del valeverguismo para enchambar también en la inagotable maquinaria estatal a todo su familión, sabedor de que, por ese lado, sus amos no lo pueden criticar, por ser ellos los pioneros.