IVIS, EL ROBA CÁMARAS
Alguna utilidad debía encontrarle a Ivis en Presidencial, quien a fuerza de caerse y levantarse ha sido nombrado oficialmente el “roba cámaras” de la refundación, por mandato soberano del comandante vaquero.
Allá anda en Dubái, saltando entre los invitados de la cumbre climática para saludar, como si fuese la primera vez en su vida, a la “presi” y su hijo cada vez que los ve, como si no merendase con ambos en la previa.
Y todo por el irresistible encanto de las cámaras, siempre pendientes de la alfombra presidencial. Así ha sabido forjar su carácter, pagando con la exposición mediática a la que lo somete su patrón, que sin reparos lo coloca en el centro de la diana.
Aunque mucha gracia no le debe hacer, por más que lo disimule con servil actitud, ya que entre el gremio al que pertenece aún se recuerda la vez que paró las patas en Presidencial y, guadaña al hombro, activó su súper recarga para implorar censura entre sus colegas.
Pero Ivis, degradado ya a maestro de ceremonias, parece resignado a pasar por alto todo agravio a cambio de tener reservado un puesto fijo en la convocatoria de las excursiones presidenciales.