A AJUSTARSE EL CINTURÓN TRAS EXIGENCIAS DE PAPA FONDO

¡Ah, pero que no dijeron que el papá Fondo Monetario Internacional no les doblaría el brazo! Resulta que las leyes de la economía no se doblan, y tras la reciente visita del Gabinete Económico a Washington, el lempira se sigue deslizando alegremente frente al dólar.

El economista Roberto Lagos ha encendido las alarmas, advirtiendo que, a este ritmo, podríamos ver un tipo de cambio de L. 24.96 por dólar antes de lo esperado.

Lagos detalló con precisión quirúrgica el reciente aumento en el precio base del dólar en la subasta de divisas, que subió unos nada despreciables 07.22 centavos entre el 9 y el 18 de septiembre.

¡Nueve días bastaron para que el desliz se convirtiera en caída libre!

 Según el economista, este “ajustecito” está claramente relacionado con las plásticas en la capital estadounidense, donde, al parecer, el brazo de Honduras no solo fue doblado, sino probablemente torcido un poquito más de lo que querían admitir.

Lagos, en su estilo directo, señaló que este arrepentido acelerón en el tipo de cambio no es más que el reflejo de un cambio de postura en la política cambiaria del país, cocinado cuidadosamente tras las charlas con el FMI.

Claro, porque cuando el Fondo habla, los economistas escuchan y, por lo visto, las políticas cambian.

Y aunque este ajuste cambiario sea una necesidad macroeconómica para “corregir el atraso”, como siempre, el costo no será pagado por los de corbata, sino por los de a pie.

Y mientras el gobierno espera la aprobación de las primeras dos revisiones del acuerdo con el Fondo cruciales para el financiamiento que nos tiene con la soga al cuello, los hondureños empiezan a ajustar sus bolsillos.

El economista no dejó de lado su crítica a los funcionarios que, tras la firma del acuerdo con el FMI, declararon con pompa que ellos habían impuesto su postura ante el organismo internacional. Lagos calificó estas declaraciones como “cantinflescas”, sugiriendo que, al final del día, la economía no entiende de fanfarronadas y quien paga las facturas de estos “malabarismos” macroeconómicos son siempre los mismos: el pueblo.

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