REDONDO SIGUE DE FIESTA

A convocar sesiones en el Congreso no, pero a cualquier otra pachanga que implique pasar pelazón Luis Redondo se apunta sin parpadear. Allá lo vieron el domingo, en la embajada de España en la capirucha, vistiendo los colores de “la Roja”, pero solo hasta el ombligo, pues hasta ahí le ajustó la camiseta.

Él y su pronunciada barriga aparecieron ahí por invitación del embajador Diego Nuño García, anfitrión de una tardeada a la que asistieron, además, otras altas poporoilas, entre las que destacó el mismísimo arzobispo José Vicente Nácher, español de mera cepa, como ya le gustaría al conserje de Libre.

Su presencia en el chonguengue se dio, eso sí, mientras en el Legislativo el hombre va camino de una nueva parálisis, tras haber agregado casi una quincena adicional a sus dos semanas de vacaciones que manda la ley, y todo por obra y gracia del divino creador, pues razones que sustenten su ausencia no existen.

Lo sentaron, eso sí, bien juntito al embajador, en primerísima fila; aunque llegó sin su bombo, pues la chabacanada no tiene cabida en cualquier metedero. Gritó y socó de lo lindo cada descolgada de Nico Williams y Cucurella, pues si algo tiene es capacidad de adaptarse con rapidez a cualquier entorno.

Y mientras a esta hora debe estar aun celebrando el título de la Madre Patria en su alcoba, en la mesa del Legislativo se le amontonan los papeles, con un rimero de pendientes que debe llegar ya hasta dónde llega su sinvergüenzada. Y al final de los 90 minutos: España, campeona de la Eurocopa; y Redondo, campeón de la incompetencia.

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