CANCILLER BOCÓN

El honorable canciller refundidor, Enrique Reina, le volvió a salir con una boconada a la embajadora gringa, Laura Dogu, quien puso en duda la factibilidad de construir una cárcel en Islas del Cisne, dadas las experiencias que han tenido los norteamericanos al respecto. “Sería más importante que cooperen a que quieran decirnos qué hacer”, le dijo.

Una declaración que no venía al cuento, pues en ningún momento la diplomática se refirió en malos términos a la idea de los refundidores de construir una cárcel tan lejos, sino que simplemente respondió con honestidad a la pregunta que le hicieron. “Es bastante difícil mantener una cárcel lejos y tan aislada”, había dicho, basándose en el ejemplo de la famosa Alcatraz.

Pero Reina, a quien cada vez que puede se le sale el pega afiches que lleva dentro, insistió en que “ninguna realidad es igual a la otra en ningún país”, como si lo de Dogu hubiese sido una injerencia por las que a él tanto le gusta reclamar, y no una simple observación sobre lo que a todas luces parece un despropósito sustentado únicamente en el capricho de sus promotores.

Y es así como se cierra un nuevo capítulo del complejo de inferioridad manifiesto en el canciller, que parece vivir con la sensibilidad a flor de piel cuando se trata de que le señalen los planchones a él y a sus amos. Es lo malo de la soberbia, que a veces lo hace a uno olvidarse de las cosas simples de la vida: como el hecho de que hoy estamos arriba y mañana podríamos estar de nuevo pastando en la llanura.

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