COMPARACIONES ODIOSAS

No importa el ámbito de la vida al que se haga referencia, las comparaciones siempre serán, sí o sí, bastante odiosas, y más cuando se trata de comparar el accionar de un gobierno como el catracho, que apenas unos kilómetros al sur encuentran su antítesis en la gestión del guanaco Nayib Bukele, que parece sacudir la varita mágica con cada decisión que adopta; nada que ver con lo hecho de este lado de la frontera, donde todo parece cubierto de nubarrones.

En su más reciente cadena nacional, “el presidente más cool del mundo” abordó las tres principales crisis que enfrenta actualmente El Salvador: las tormentas y sus inundaciones, la proliferación del dengue y el alto costo de los alimentos, que son básicamente los tres mismos males que asolan en el patio catracho, donde sin embargo el gobierno de la refundación parece querer contrarrestarlos a pura improvisación, y no con un plan bien craneado como el de los hermanos guanacos.

Comencemos por lo último, el precio de la comida, que anda ahorita, tanto allá como acá costando un ojo de la cara. La diferencia, sin embargo, es que a Bukele no le tembló el pulso para advertir a los especuladores: “paren de abusar del pueblo”, les dijo, recordándoles que después no habrá tiempo para quejas, pues “tomaremos medidas”. Todo ello mientras en Honduras el precio del cartón de huevos cuesta 100 pesos y la semana siguiente 140, sin que los refundidores, que se jactan de su cercanía al pueblo, no mueven un solo dedo, pues como que andan más pendientes de la política que de la supervivencia de su gente.

El siguiente asunto de emergencia es la epidemia de dengue, que en el país vecino ha causado la muerte de tres cipotes; una cifra que choca con las 61 víctimas catrachas que han reportado las autoridades de la refundición pese a haber declarado emergencia sanitaria hace semanas, sin ser capaces de controlar el despelote, pues los casos positivos superan ya los 50 mil, cuando en El Salvador apenas llegan a 170 y pico. Y, aun así, Bukele mandó fumigar todo el país, incluso hasta con helicópteros del ejército, mismos que en Honduras siguen encerrados en los cuarteles.

Y por último está el tema de las fuertes lluvias y las inundaciones que traen consigo, pues Bukele mandó 11 mil personas y destinó cuantiosos medios técnicos, incluidos por supuesto los dichosos helicópteros, para ayudar a su gente incluso desde antes que azotara el temporal, lo que le ha permitido ahorrarse unos cuantos millones en evitar pérdidas materiales y, sobre todo, humanas.

Mientras tanto, de este lado del patio se ha visto más de lo mismo: improvisación más improvisación, con decenas de comunidades incomunicadas por el desbordamiento de los ríos, y unos albergues maltrechos instalados ya cuando el cagadal lo tenían bien montado en el lomo, evidenciando que no hay ni habrá en ellos una voluntad de prevención.

Y eso sin mencionar a los miles de reos no peligrosos que Bukele mandó a las calles a arrimar el hombro para reconstruir lo que hubiera que reconstruir, y a quienes capacita en asuntos diversos para facilitar su reinserción cuando salgan del mamo, lo que demuestra una gestión exitosa del modelo carcelario por mucho que los “progres” le vuelen candela.

En fin, que son éstas apenas unas pocas muestras de la diferencia abismal que existe a uno y otro lado de la frontera, donde sus dirigentes parecen pensar con la cabeza y con las patas respectivamente, porque no se puede ser más distinto estando tan cerca uno del otro.

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