MONCADA SE VICTIMIZA, Y SE BAJA EL CALZÓN

No le quedó de otra al bocón ministro de Condepor, Mario Moncada, que bajarse el calzón y pedir disculpas a los colorados, por haber pedido a las gentes de allá por su pueblo “agarrarlos con el guarizama” cuando lleguen a pedirles el voto. “Me dirijo a ustedes para ofrecer mis más sinceras disculpas”, dijo, con el tono de voz de quien anuncia un toque de queda.

Un tono de voz que, por cierto, recordó al desafinado de Xiomara cada vez que lee el teleprompter; aunque ese ya es otro tema. El asunto es que, según Mario, que seguro debe ser el mermado de la familia de Rixi, sus palabras fueron “malinterpretadas por muchos”, pues lo que quería era nada más expresar su envergamiento con el gobierno colorado de su Talanga natal, valiéndose de una “frase folclórica” que, según él es muy utilizada en aquellos pijales.

“Mi intención era simplemente manifestar mi malestar como talangueño por la lamentable pérdida de una millonaria inversión en infraestructura deportiva”, se justificó, con el rostro de un niño al que sus papis seguramente regañaron, mandándolo al frente a disculparse por su planche, pues la barrabasada que dijo levantó ronchas entre el liberalismo, donde su fichaje reciente, Salvador Nasralla, fue el más activo, ya que no es un secreto su larga lista de desavenencias con el bocón.

Dicho esto y habiendo convencido a absolutamente nadie, también dijo Moncada que sus palabras no lo identifican, pues sus amos en Casa Presidencial le han enseñado a trabajar “en unidad, respeto y compromiso”, y por tal razón, convenientemente pasará página, arrimando el lomo “sin divisiones ni rencores” para crear una Honduras “más justa, próspera y pacífica”.

Que bueno hubiese sido ponerle el polígrafo, porque sus disculpas sonaron más falsas que un billete de 3 pesos, ya que, en su afán de reivindicarse, hasta llegó a decir que seguirá “aprendiendo de nuestros errores”, por ser él un hombre “orgullosamente proveniente del área rural”, como si eso lo facultara para actuar como un majadero, hablar como un majadero y tener toda la pinta de ser un majadero.

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